viernes, 22 de enero de 2016

TOP10 - Una mala 1era cita.




Muchas veces hemos intentado darle la oportunidad  a  alguien que en su presentación inicial parece ser un buen prospecto. Las vías para estar frente a la alternativa de intentarlo son muchas: el conocido casual que decidió entablar conversación en el supermercado, el blind date que nos coordinó una amiga con “el tipo perfecto para ti”, las más atrevidas que se citan en persona con un candidato sacado de internet o la afortunada a la que el chico que conoció en la disco, un poco pasada de tragos, le pidió el número y efectivamente lo usó para invitarla a salir. 

La cena es el clásico para conocerse, explorar y evaluar si la cosa sigue avanzado, es la primera cita por excelencia y seguramente son muchas las historias que contar de estas experiencias pero vamos a resumirlas en este Top10 de las frases que al escuchar en la voz de ese “candidato perfecto” indican que se trata de una muy mala 1era cita y presagian con seguridad que eso no tendrá una segunda oportunidad.
  • Perfecto entonces vamos a cenar en ese lugar ¿Nos vemos allá a las 8:00pm?
  • ¡Qué rico hueles, ese perfume lo usa mi mamá y me encanta!
  • ¿Pedimos una botella no? ¿Prefieres ron, vodka o whisky?
  • Tranquila señorita, no necesitamos el menú, ya sé qué vamos a pedir ¿no te molesta no?
  • ¿Vas a pedir eso? ¡es casi lo más caro del menú!
  • La comida aquí es divina, a mi exnovia le fascinaba venir siempre.
  • Ya te presto atención, dame un minuto que en este grupo de whatsapp están todo el día hablando, respondo esto y listo.
  • ¿Uy la mesera está como buena no?
  • Asumo que quieres postre, debes estar a dieta ¿no?
  • Aquí está la cuenta ¿mitad y mitad?

Si escuchan cualquiera de estas ¡huyan! No vale la pena perder el tiempo. 

YEI

martes, 12 de enero de 2016

El dudoso placer de viajar.


Viajar es uno de los encantadores placeres de la vida, la variedad de escenografías, culturas y ambientes que nos brinda el planeta tierra es increíble y hoy en día son pocas las barreras que nos permiten conocerlos y disfrutarlos. Más allá de los problemas económicos que puedan estar asociados a esta experiencia o que no todos podemos viajar tanto como quisiéramos y a donde soñamos, normalmente trabajamos duro para consentirnos con al menos un paseo en algún momento del año.
La fascinación de descubrir lugares hermosos y conocer a su gente es para mí lo más atractivo de viajar, incluso dentro de nuestra propia tierra donde es posible sorprendernos con bellezas inimaginadas.  Sin embargo, un viaje no es tan simple como desaparecer de casa y aparecer en el destino, hay una parte, un poco amarga, que inevitablemente debemos experimentar siempre que decidimos emprender una nueva travesía y está asociada a la logística propia de esta.
Todo inicia unos días antes, para los más planificados unas semanas, cuando preparamos nuestro plan turístico para disfrutar al máximo ese gusto que vamos a darnos. Hoy internet es realmente una herramienta útil y poderosa para esto, pero en casos resulta abrumadora, tienes tanta información a la mano, que terminas haciendo una lista que incluye para cada día: 20 sitios turísticos a visitar, 5 restaurantes para comer y 3 planes nocturnos, con mucha suerte alcanzas a cumplir en un 50% ese itinerario y quedas con un manojo de frustraciones por no haber visto cosas que en Google se veían demasiado bellas. Por mi parte he optado por improvisar un poco más, revisar alternativas la noche anterior a cada día del paseo y luego dejarme llevar, eso libera el estrés de cumplir un retador cronograma y definitivamente si estoy de vacaciones lo que menos quiero es estresarme.
A pocos días de partir sí inicia lo que, sobretodo para nosotras las mujeres, es más complicado de este proceso: hacer la maleta. Yo normalmente la hago primero de forma mental y logro imaginar incluso el espacio que ocupará cada cosa para distribuirlo todo en mi cabeza (en la realidad nada es como lo imaginé y comienza el desastre). Luego hago una lista general de aquellas cosas que no debo olvidar y al terminar esto comienzo a armarla. Ropa para el día y para la noche, sin importar el destino siempre es necesario prever un atuendo por si hace mucho frío, ropa de playa (hasta en Canadá me pueden invitar a una piscina ¿no?), un look de gala (porque no se sabe cuándo aparece una fiesta o una gran cena elegante) y claro está, es impelable, un outfit deportivo porque debo aprovechar para hacer ejercicio ya que seguro como mucho (aunque nunca hago ejercicio y siempre como mucho, llevar la ropa hace que me sienta un poco menos culpable). Una parte muy difícil para mí es seleccionar los zapatos que se ajusten a cada caso: los cómodos para pasear, los casuales para salir, unos mas elegantes que hagan juego con la ropa de gala, cerrados, abiertos y deportivos, analizando que los colores sean los pertinentes y logrando no empacar 10 pares para 15 días.
Una vez está todo listos con los atuendos, entonces corresponde lo referente a cuidado personal: cepillo de dientes, desodorante, champú, acondicionador, cremas varias, perfume, maquillaje y demás, complementado por los medicamentos (un gran botiquín porque mujer prevenida vale por dos) y la respectiva selección de los accesorios que harán juego con todas las combinaciones seleccionadas (2 para cada atuendo por si en el momento no me gusta algo de lo elegido). Antes de finalizar es muy importante organizar los papeles: pasaporte, pasaje, reservaciones, direcciones de conocidos, efectivo y todo lo que ayude a garantizar un buen viaje. Ya con esto sólo queda repasar la lista y ver que esté todo, agregar la pijama ¡siempre la olvido! y si paso la angustia de pesar las maletas y que la balanza no dé el aterrador resultado de que hay sobrepeso, lo que significaría abrirlas de nuevo, tomar la dura decisión de dejar algunas cosas (zapatos seguramente) y reorganizar, entonces estamos preparados para partir. 

He llegado a pensar que es adrede que la mayoría de los vuelos están diseñados para ser una experiencia agotadora, salir de madrugada para llegar con tiempo suficiente del check in, pasar por migración y el chequeo de seguridad, que implica superar ese sustico que siempre tienes y que te hace cuestionarte si llevas algún liquido inflamable o algo que pueda parecer un arma blanca en tú maleta de mano, aún y cuando sabes muy bien que sólo tienes tu suéter, la latop, la almohada de avión y un libro. Aguantas la respiración y pasas este trago amargo sin problema para iniciar la aventura de encontrar la puerta de embarque. Aquí sí no me queda ninguna duda de que los arquitectos responsables de diseñar los aeropuertos se divierten muchísimo desarrollando rutas imposibles y el reto entre ellos es alcanzar la mayor cantidad de pérdidas en un día, asumo que su objetivo es agregar emoción a tu viaje desde el  inicio, haciendo que debas correr como loco sobre la hora de salida de tu vuelo, tratando de entender por qué a la puerta 32A le sigue la 32C y la 32B, que te corresponde, es un gran misterio escondido al bajar unas escaleras detrás de una columna, un cafetín y una caseta de información.

Si logras encontrar tu puerta y embarcar, entonces sientes que todo terminó y que eres un ganador, vas rumbo a tú destino y ya todo salió bien; pero olvidas que aún es que falta para estar en bikini en la playa o abrazando a Mickey, no puedes huir al detalle sorpresa que te deparan el azar y el destino, quienes seleccionaron con gran malicia a tu vecino de asiento. En este punto debo admitir que yo nunca he tenido mucha suerte, una persona normal que duerma tranquila y te deje dormir no me ha tocado nunca, pero si he tenido variedad de emociones para contar, he tenido el placer de compartir junto a pintorescos personajes:

La viejita simpática que no deja de hablar y me contó que iba a visitar a su hijo, que tenía mucho tiempo viviendo allá. Me dio detalles de su trabajo, su esposa y por supuesto habló muy específicamente sobre sus nietos, me mostró una cuantas fotos (demasiadas) e incluso me dio el tlf de Miguelito (imposible olvidar cómo se llamaba luego de tanto repetirlo) porque seguro él me puede ayudar en algo algún día.

El Sr. con cara seria, que ni dijo nada, se quedó dormido rapidito, más rápido que yo de hecho, y no perdió oportunidad para deleitarme con el mejor concierto de ronquidos sinfónicos que he escuchado en mi vida y que ha tenido lugar en la historia aeronáutica mundial. Además, no importó cuánta turbulencia hubo en el vuelo, nada lo despertó.

Una hermosa bebé, de pocos meses, que realmente estaba muy tranquila, no lloró ni hizo mayor espectáculo durante el vuelo, sólo se enamoró profundamente de mi pelo y decidió estar colgada a él todo el trayecto, haciendo alarde la la fuerza que desarrolló a tan temprana edad. 

El gordito, que no es por meterme con nadie, porque soy la primera que está lejos de su peso ideal, pero creo que cada vez que nos vayamos a comer un chocolate o una torta, debemos pensar en esa persona que va a sentarse a nuestro lado algún día en un avión, con puestos diseñados para personas de peso promedio y que vamos a generar absoluta incomodidad al ocupar puesto y medio, tomando en cuenta que en el "medio" restante hay alguien intentando descansar un poco antes de llegar a su destino. Aplastada y coordinando mis respiraciones muy concentradamente para no asfixiarme fue que alcancé a culminar las horas de vuelo con éxito.  

Pero definitivamente, quien para mí tiene el primer lugar en el top five de vecinos de avión fue el viejo sádico-asesino serial, un personaje que era capaz de producir el ambiente más incómodo con sus miradas y preguntas, sentimientos completamente encontrados al no entender si quería aprovecharse de mí o acabar con mi vida. Me obligó a aguantar las ganas de ir al baño porque no quería ni pensar en  atravesar el escaso espacio que entre la butaca delantera y él, mucho menos que pudiera seguirme en mi camino y ni hablar de quedarme dormida, al mejor estilo de Tom & Jeery, con los palillos en los ojos, porque no estaba segura si intentaría sobrepasarse o me quitará todo lo que hay en tú cartera. Me toca sonreír "educadamente" pero volteando la cara y fingir un dolor de oídos que no me permitía escuchar sus preguntas sobre dónde sería mi hospedaje o cualquier otro detalle de mi viaje. 

Hoy en día, si hay algo que espero fervientemente es que algún día la vida me depare un vuelo a medio llenar con los 2 asientos a mi lado completamente vacíos, para pagarme con una camita al mejor estilo de niño en matrimonio, todas las torturas que me ha puesto al lado. 

Logrando respirar, aguantar y dar la mejor muestra de paciencia del universo, se hace sentir ese momento tan esperado, llega el frío en la pansa en partida doble, por el temor de que el avión se estrelle al aterrizar y por saber que al fin llegaste a donde tanto anhelabas. Solo quedan 2 pruebas más para poder disfrutar realmente del paseo. Primero se repite el sustico de migración y la inspección de seguridad, pero peor aún porque no estás en tu país y si le agregas la dificultad de no hablar el idioma, entonces es casi como si la niña de El Aro te preguntara el motivo de tu visita y hasta cuándo te quedas. 

Finalmente solo es cuestión de superar la agonía de pararte frente a una correa giratoria a esperar que salgan tus maletas, que tanto te costaron hacer, con todo dentro de ellas y en buen estado, mirando a cada persona que agarra una asegurándote de que no sea la tuya por confusión y rezando a todo lo que sabes (y lo que no sabes) rezar, para que no se haya perdido o quedado en algún otro país del mundo. De lejos la ves llegar, se acerca a ti, con gran torpeza alcanzas a rescatarla antes de que sea arrastrada más a allá del metro y medio de espacio que dejan para tí los demás pasajeros que se encuentran en el mismo pan. ¡La tienes! y ahora sí no hay nada que te detenga a disfrutar tus vacaciones, caminar, conocer, comer, todo lo que se te ocurra y quieras hacer. Solo te recomiendo que no pienses en ningún momento en que vas a tener que repetir el proceso en pocos días pero agregándole a esto, todo lo que hayas comprado en el camino. 

Ahora que lo pienso muy bien,  lo del placer de viajar es una frase que veo un poco cuestionable, mejor hablaría del estrés de viajar a cambio de disfrutar unas muy buenas vacaciones. 


Yei

martes, 5 de enero de 2016

Otra oportunidad para todos.


El 5 de enero del 2014 la vida me dio otra oportunidad. Cuando dicen que la gente no aprende en cabeza ajena y que no escarmientan hasta que choca de frente con una pared, yo digo que es absolutamente real y que en mi caso solo cambié la pared por un árbol. Pero hoy les quiero contar una historia, que va más allá de describirles los hechos o de filosofar acerca de cómo aprendí a valorar las cosas simples de la vida, a entender que cada día es importante, que debemos vivir al máximo y todo lo que ya se ha dicho en muchos mensajes de año nuevo y que es una reflexión obvia de un caso como este; esta historia pretende hablarles del otro lado de la moneda.

De aquel episodio es poco lo que recuerdo, fueron muchas heridas, varios días de hospitalización, un reposo que sentí infinito e incluso un ingreso a quirófano, pero en mi mente no hay dolor ni sufrimiento. No sentí nada en el momento, ni tampoco después; aún hoy son inexistentes los recuerdos traumáticos. Cuando estuve consiente ya lo grave había pasado y yo ni lo había notado. Lo ocurrido me dejó más reflexiones que sensaciones. Ese es mi lado del cuento, pero no me cabe duda de que todas las personas que me quieren y vivieron este momento a mi lado, sí tienen en su mente muchos malos recuerdos de ese día que quisieran borrar.

Aquel día hubo muchas escenas donde no fui la protagonista: no recibí una llamada, de madrugada, con la que se me detuvo el corazón por unos segundos pues indicaban que había tenido un accidente, no viví la angustia de saber si estaba viva o no, tampoco me vi el rostro bañado en sangre, ni intenté hablarme y me noté completamente desorientada. Para mí el accidente fue cuestión  de un momento, cuando volví en mí estaba todo bien, en una habitación de una clínica, pero bien. Habían pasado casi 48 horas, que yo no siento que hayan existido, sin embargo para mis familiares y amigos fueron tristes, estresantes e interminablemente largas. Sin duda alguna es más desesperante estar del lado del teléfono que recibe la llamada que del causante de la misma.

El mal rato no terminó al saber que estaba viva y que salió todo bien en mi cirugía, en la clínica estuve 6 días, en los que mi familia debió turnarse las guardias. El reposo fue de 8 semanas más, una recuperación lenta en algunos detalles en la que varios asumieron el papel de enfermeros: mi mamá no pudo salir de casa durante todo ese tiempo para estar pendiente de mí, mi papá llegaba cansado del trabajo a relevarla ayudándome con la cena, mi hermana me organizaba los medicamentos y se aseguraba de que cumpliera el tratamiento, entre todos se coordinaban para llevarme a las citas médicas postoperatorias, que eran interdiarias, a mis compañeros de trabajo les tocó asumir muchas responsabilidades por mí si que yo tuviera oportunidad de ordenar mis cosas y contarles de qué se trataba todo. Para mí fueron 8 semanas aburridas y desesperantes, para todos a mi alrededor un ajuste de dinámica para atender mi realidad.
Fueron muchos los que se encargaron de cuidarme y mimarme, los que estuvieron conmigo y vivieron la agonía, el cansancio, la angustia y todo lo que está asociado a estos tensos momentos. A todos les agradezco inmensamente. Para mí no hubo angustias ni temores. Para mi familia y amigos sí. Nunca les he preguntado sobre este día y son pocos los que me han hecho algún comentario, pero comprendo que son historias que es mejor no revivir y que prefieren el recuerdo de que todo salió bien y estoy hoy aquí con ellos.
Ver y entender este lado de la historia me costó un tiempo, descubrir que no fue mío el papel de víctima en esa terrible mañana, incluso en esos largos días, pero finalmente comprendí que aún y cuándo somos seres independientes y capaces de tomar nuestras propias decisiones, no estamos solos en el mundo, e incluso aquello que hacemos con nosotros mismos puede hacer sufrir innecesariamente a quienes nos rodean, sin siquiera darnos cuenta.

Cada vez que atentamos contra nuestra vida, que llevamos a cabo actos irresponsables, que somos rebeldes, que retamos al peligro o que jugamos con nuestra salud, debemos estar conscientes de que a quienes más arriesgamos es a los que nos quieren. Yo no tengo claro qué ocurre con nosotros después de esta vida, solo sé que hasta ahora me ha regalado 7 angelitos guardianes, 6 de ellos estuvieron allí  hace 2 años y tendrán sus motivos para no haberme invitado a formar parte de su grupo.  Lo que sí es un hecho real es que al morir dejamos de estar aquí y de tener la vida que teníamos, la cual incluía a un montón de gente; así que el cambio lo sienten y viven realmente ellos, nosotros simplemente nos vamos y los dejamos aquí teniendo que aprender a vivir sin nosotros o tal vez nos quedamos, pero les cambiamos completamente la vida agregándoles una preocupación diaria, cansancio y tristeza.
Después de lo ocurrido una de mis principales lecciones es que no puedo ni quiero ser egoísta con quienes me han dado tanto amor, que quiero cuidarme más que nunca por ellos, porque si quiero hacerlos felices sé que una de las mejores formas es darles tiempo en positivo a mi lado. Hoy más que agradecerle a la vida por permitirme seguir aquí y mandarme a la tierra un ángel guardián que se ocupo de entregarme en manos de mi familia, quiero agradecerle por no haberles dado un dolor más grande a mis seres queridos y si hay algo de lo que me arrepiento sobre todas las cosas es de haberles hecho pasar un muy mal rato. 
Sé que la vida no es eterna y que tarde o temprano todos dejamos este mundo, pero procuraré no provocar este momento, dentro de lo que esté en mis manos.

Ya han pasado 2 años y no quiero mirar atrás, mi vida ha avanzado muchísimo, estoy sana y feliz, pero quería compartir con ustedes un poco de esta historia para invitarlos a pensar en plural y evaluar todo lo que hacemos para no afectar a los demás. 
A todos los que  han tenido un accidente de algún tipo les pido revivan el momento desde la otra silla, vean y recuerden a quienes sufrieron por ustedes, quienes la pasaron peor que nadie ese día, búsquenlos, denles un fuerte abrazo y agradézcanles. A quienes han vivieron el otro lado, quienes recibieron la llamada o corrieron a la clínica, extiendo mi más sentido homenaje por el amor, el valor, la entrega y la fuerza puesta a ese momento. Muchas gracias a todos. 
YEI