martes, 5 de enero de 2016

Otra oportunidad para todos.


El 5 de enero del 2014 la vida me dio otra oportunidad. Cuando dicen que la gente no aprende en cabeza ajena y que no escarmientan hasta que choca de frente con una pared, yo digo que es absolutamente real y que en mi caso solo cambié la pared por un árbol. Pero hoy les quiero contar una historia, que va más allá de describirles los hechos o de filosofar acerca de cómo aprendí a valorar las cosas simples de la vida, a entender que cada día es importante, que debemos vivir al máximo y todo lo que ya se ha dicho en muchos mensajes de año nuevo y que es una reflexión obvia de un caso como este; esta historia pretende hablarles del otro lado de la moneda.

De aquel episodio es poco lo que recuerdo, fueron muchas heridas, varios días de hospitalización, un reposo que sentí infinito e incluso un ingreso a quirófano, pero en mi mente no hay dolor ni sufrimiento. No sentí nada en el momento, ni tampoco después; aún hoy son inexistentes los recuerdos traumáticos. Cuando estuve consiente ya lo grave había pasado y yo ni lo había notado. Lo ocurrido me dejó más reflexiones que sensaciones. Ese es mi lado del cuento, pero no me cabe duda de que todas las personas que me quieren y vivieron este momento a mi lado, sí tienen en su mente muchos malos recuerdos de ese día que quisieran borrar.

Aquel día hubo muchas escenas donde no fui la protagonista: no recibí una llamada, de madrugada, con la que se me detuvo el corazón por unos segundos pues indicaban que había tenido un accidente, no viví la angustia de saber si estaba viva o no, tampoco me vi el rostro bañado en sangre, ni intenté hablarme y me noté completamente desorientada. Para mí el accidente fue cuestión  de un momento, cuando volví en mí estaba todo bien, en una habitación de una clínica, pero bien. Habían pasado casi 48 horas, que yo no siento que hayan existido, sin embargo para mis familiares y amigos fueron tristes, estresantes e interminablemente largas. Sin duda alguna es más desesperante estar del lado del teléfono que recibe la llamada que del causante de la misma.

El mal rato no terminó al saber que estaba viva y que salió todo bien en mi cirugía, en la clínica estuve 6 días, en los que mi familia debió turnarse las guardias. El reposo fue de 8 semanas más, una recuperación lenta en algunos detalles en la que varios asumieron el papel de enfermeros: mi mamá no pudo salir de casa durante todo ese tiempo para estar pendiente de mí, mi papá llegaba cansado del trabajo a relevarla ayudándome con la cena, mi hermana me organizaba los medicamentos y se aseguraba de que cumpliera el tratamiento, entre todos se coordinaban para llevarme a las citas médicas postoperatorias, que eran interdiarias, a mis compañeros de trabajo les tocó asumir muchas responsabilidades por mí si que yo tuviera oportunidad de ordenar mis cosas y contarles de qué se trataba todo. Para mí fueron 8 semanas aburridas y desesperantes, para todos a mi alrededor un ajuste de dinámica para atender mi realidad.
Fueron muchos los que se encargaron de cuidarme y mimarme, los que estuvieron conmigo y vivieron la agonía, el cansancio, la angustia y todo lo que está asociado a estos tensos momentos. A todos les agradezco inmensamente. Para mí no hubo angustias ni temores. Para mi familia y amigos sí. Nunca les he preguntado sobre este día y son pocos los que me han hecho algún comentario, pero comprendo que son historias que es mejor no revivir y que prefieren el recuerdo de que todo salió bien y estoy hoy aquí con ellos.
Ver y entender este lado de la historia me costó un tiempo, descubrir que no fue mío el papel de víctima en esa terrible mañana, incluso en esos largos días, pero finalmente comprendí que aún y cuándo somos seres independientes y capaces de tomar nuestras propias decisiones, no estamos solos en el mundo, e incluso aquello que hacemos con nosotros mismos puede hacer sufrir innecesariamente a quienes nos rodean, sin siquiera darnos cuenta.

Cada vez que atentamos contra nuestra vida, que llevamos a cabo actos irresponsables, que somos rebeldes, que retamos al peligro o que jugamos con nuestra salud, debemos estar conscientes de que a quienes más arriesgamos es a los que nos quieren. Yo no tengo claro qué ocurre con nosotros después de esta vida, solo sé que hasta ahora me ha regalado 7 angelitos guardianes, 6 de ellos estuvieron allí  hace 2 años y tendrán sus motivos para no haberme invitado a formar parte de su grupo.  Lo que sí es un hecho real es que al morir dejamos de estar aquí y de tener la vida que teníamos, la cual incluía a un montón de gente; así que el cambio lo sienten y viven realmente ellos, nosotros simplemente nos vamos y los dejamos aquí teniendo que aprender a vivir sin nosotros o tal vez nos quedamos, pero les cambiamos completamente la vida agregándoles una preocupación diaria, cansancio y tristeza.
Después de lo ocurrido una de mis principales lecciones es que no puedo ni quiero ser egoísta con quienes me han dado tanto amor, que quiero cuidarme más que nunca por ellos, porque si quiero hacerlos felices sé que una de las mejores formas es darles tiempo en positivo a mi lado. Hoy más que agradecerle a la vida por permitirme seguir aquí y mandarme a la tierra un ángel guardián que se ocupo de entregarme en manos de mi familia, quiero agradecerle por no haberles dado un dolor más grande a mis seres queridos y si hay algo de lo que me arrepiento sobre todas las cosas es de haberles hecho pasar un muy mal rato. 
Sé que la vida no es eterna y que tarde o temprano todos dejamos este mundo, pero procuraré no provocar este momento, dentro de lo que esté en mis manos.

Ya han pasado 2 años y no quiero mirar atrás, mi vida ha avanzado muchísimo, estoy sana y feliz, pero quería compartir con ustedes un poco de esta historia para invitarlos a pensar en plural y evaluar todo lo que hacemos para no afectar a los demás. 
A todos los que  han tenido un accidente de algún tipo les pido revivan el momento desde la otra silla, vean y recuerden a quienes sufrieron por ustedes, quienes la pasaron peor que nadie ese día, búsquenlos, denles un fuerte abrazo y agradézcanles. A quienes han vivieron el otro lado, quienes recibieron la llamada o corrieron a la clínica, extiendo mi más sentido homenaje por el amor, el valor, la entrega y la fuerza puesta a ese momento. Muchas gracias a todos. 
YEI

No hay comentarios:

Publicar un comentario