Reto a cualquier mujer, incluso a esas flaquitas que comen
lo que quieran y no engorda, a que indiquen que nunca en su vida han dicho (o
pensado) “el lunes comienzo dieta”, estoy muy segura de que todas las mujeres
han pasado por esto al menos una vez en su vida y la mayoría muchas, muchas
veces. Incluso me atrevería a retarlas igualmente a que máximo ese sábado se
salieron de esa dieta (o la dejaron por completo), pero bueno aquí sí hay
variedad de comportamientos, unas más y otras menos, pero todas hemos
abandonado esa dieta del lunes al menos 1 vez.
Tengo un recuerdo claro de que mi primera dieta fue a los 6
años, pero en este caso era por salud y un tema de inmunización alérgica, sin
embargo en mi mente está grabado con
mucha simpatía cómo mi mamá me daba hígado de res diciéndome que comía “carne
de mariposa”, esta idea es maravillosa para entender que la imaginación aporta
mucho a que nuestro sentido del gusto sea vulnerable.
Después de esta anécdota de mi infancia viene mi primer
encuentro real con la estética femenina. A los 13 años comenzó a importarme mi
figura y cómo me veía al espejo. Allí está la raíz principal del conflicto de
todas las mujeres: el espejo; ese
instrumento que nos refleja nuestra imagen tal cuál cómo la ve el exterior, con algo de
subjetividad de nuestros propios ojos y mente. Pero debo admitir que el detonante de nuestras
crisis emocionales en este sentido es el
amor; ese chico que comienza a interesarnos es quien nos empuja a pararnos
frente al espejo y querer lucir bellas y guapas.
Cuando alcanzamos un poco de madurez comienzan a agregarse
factores en este tema de vernos bien, el más importante es la competencia; todas aquellas chicas que caminan a nuestro
alrededor y que se ven muy bien en falda (no con las batatas gordas como yo), caminan
de maravilla en sus muy altos tacones (a diferencia de mi estilo de Bamby recién
nacido), baten una melena hermosa y brillante (no con una parranda de frizz
como la mía con mal intento de planchado), la camisa que está de moda les queda
exactamente igual a las imágenes de Pinterest (y yo que parezco hallaquita mal
amarrada) y sin contar que van saludando como misses sin que se les menee el
brazo como lavadora (cosa que me pasa a mí con tan solo estrechar la mano).
Todo lo expuesto anteriormente es la gran suma de elementos
que nos hace decir con mucha frecuencia “el lunes comienzo dieta”. Yo lo he
intentado todo y todas las dietas, incluso en una época de rebeldía cambié a iniciar los martes a ver si eso hacía
que aguantara más, pero no lo logré para nada. Probé cosas como la dieta de los puntos (con la
que comí más grasa que nunca), la de las pastillas chinas (que me causaron taquicardia), las famosas merengadas (que me hicieron adicta a ellas y ni 1gr menos), la típica de la nutricionista de una amiga (que me
tenía pasando hambre como loca, porque nada de lo que se "podía" comer me
gustaba), hasta me bebí en ayunas un
agua avinagrada con unos hongos que realmente mi hicieron sentir que me salía
un 3er ojo, ninguna fórmula mágica funcionó y siempre fui la misma gordita.
Hasta que llegó el día en el que me iluminé, escuchando y leyendo sobre este
tema entendí que no se trataba de un régimen que se debía iniciar el lunes,
martes, miércoles, etc., se trataba de un cambio de estilo de vida. Sé que esto
suena a cliché y a speach de Sascha
Fitnesss, pero no lo es y la gran diferencia es que ni de lejos me veo como
ella hoy en día.
El cambio de estilo de vida y la onda saludable están en el
tapete en la actualidad, de hecho creo que son más las personas que intentan algo de
esta tendencia que las que no, estoy segura de que los ingredientes de jugos
verdes, las almendras y la quinoa deben haber repuntado sus ventas increíblemente en los últimos 2 años. Yo no tengo nada en contra de esto y de hecho me confieso
consumidora de todo lo mencionado, pero creo que verse bien es algo que va más
allá.
Mi era de iluminación se remonta a unos 5 años atrás, cuando
no tenía ni idea de qué era la chía y jamás la escuché nombrar, cuando la vida
saludable consistía en comer pan integral,jamón de pavo, verduras y leche descremada, hacer
ejercicio (gimnasio, yoga, spinning y pilates, hasta allí llegábamos nada más)
y cenar poco, siento que hoy pensar en eso es casi igual que hablar de un walkman.
La verdad es que últimamente hemos ganado infinidad de conocimientos en esta área y cada
día son más las alternativas, pero siento que eso no es suficiente, porque yo
lo logré cuando nada de esto existía (o al menos no era popular) y ahora que lo tengo a mi alcance resulta
ser una nueva fórmula mágica que tampoco da resultados.
La solución real, la dieta real, es la que no es dieta, es
la que convertimos en placer, es la que hacemos que forme parte de nosotros.
Para mí es indispensable olvidarnos del amor y la competencia, enfocarnos más
en algo parecido al espejo: en nosotros mismos. La fórmula con la que yo lo
logré fue entendiendo que me sentía mejor cuando el pantalón me quedaba suelto
a cuando me quedaba apretado, que me vestía más rápido en las mañanas cuando
todo el clóset se me veía bien, que la gente a mi alrededor me alagaba más cuándo
yo me sentía linda, que me creía más fotogénica cuando me veía mejor a mí
misma. El secreto fue entender que más largo, duradero e intenso es el placer
que siento al caminar todo el día dentro de un cuerpo con el que estoy
satisfecha, del que experimenta mi paladar con un brownie con helado.
En definitiva lo entendí y así fue como asumí que debía
reducir porciones, cuidarme más, comer mejor y ya las tentaciones no eran
tantas, porque el saber que era positivo evitarlas tomó tanto valor que dejaron
de protagonizar mi vida. Todo esto fue una experiencia maravillosa que me hizo
perder mucho peso y ganar seguridad y confianza. Hoy, 5 años después, me he
dejado rendir y tentar, he sido presa de las excusas emocionales como el estrés,
las preocupaciones, la soledad, etc. Todo
esto me ha hecho volver a mirar a los lados y dejar en segundo plano el espejo. Quise aprovechar este espacio para compartir con todos esta experiencia y asumir públicamente mi debilidad; para retomar la prioridad en mí
misma y volver a la vida saludable que me hace verme y sentirme mejor cada día. Hoy no voy a empezar dieta, hoy voy a volver a
quererme y hacer que cada día me dé más placer el solo caminar por las calles luciendo
mí cuerpo, se trata de eso, del placer propio.
Los invito a todos a hacer una prueba, hagan una “dieta”
solo por 1 día, sin excusas, sin medias tintas, háganla completamente bien por
un día, sólo un día es algo fácil. Antes de iniciar ese día dediquen 5 minutas
al espejo, a verse, a observarse, todos y cada uno de los espacios de su
cuerpo, con detenimiento, luego arranquen: coman muy sano, a las horas, sin
nada de esas comidas que caen en el punto de “no son tan malas” o de “solo un
poquito no hace daño”, sean fuertes y tengan valor sólo por 24 horas, ejercítense,
eso es muy importante, tomen al menos unos 30 min. para drenar su cuerpo. Al día
siguiente al despertarse, vuelvan a dedicar los 5 minutos al espejo y estoy
segura de que su sensación será distinta, no van a tener kilos menos, ni la
ropa les va a quedar suelta, sólo van a sentirse mejor con ustedes mismos.
Tomen esa inspiración y conviértanla en motor, ajusten su estilo de vida a algo
que sea manejable y práctico para cada uno de ustedes, no fórmulas mágicas, ni lo que le funcionó a otro, hagan su propio plana ajustado a su medida, pero que se traduzca en
esa sensación cada mañana.Verán como luego se vuelven más adictos a el sentimiento interno que al propio chocolate. Yo
lo voy a hacer de nuevo, espero que muchos de ustedes se sumen.
YEI
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