domingo, 6 de diciembre de 2015

Un cambio a la distancia.



Sé muy bien que para varios tengo “poca moral” para tocar el tema, sin embargo considero que el haber nacido en mi tierra me da el derecho de hablar y opinar de ella aunque no esté viviéndola en este momento. Tengo todo el remordimiento de conciencia, si la expresión cabe, que conlleva el hecho de emigrar.

 Acepto todas las críticas, quejas y juicios asociados al hecho de que no voy a Venezuela a votar, pero sí a pasar la Navidad con mi familia.  Estoy de acuerdo con que no soy consciente de la realidad que se vive en mi país porque unos meses lejos de ella son suficientes para perder las proporciones.

Entiendo a todo el que comenta de forma irónica mis fotos de “la gran vida” que me doy fuera de mi país natal. Me resulta muy lógico que todos crean o sientan que soy rica ahora que “gano en dólares”.
Todo es perfectamente entendible porque estuve en esa silla en algún momento y lo sentí. Porque mí realidad es otra y cada quien omite opiniones desde la suya propia.

No voy a perder el tiempo justificando o explicando nada, porque no soy quien para cambiar la opinión de otros y personalmente tengo mi conciencia limpia de haber hecho y seguir haciendo lo que considero correcto.

Hoy en día para unos es un hecho que la escasez es culpa del acaparamiento y la guerra económica; para otros Leopoldo debe ser liberado pues es él quien salvará nuestra patria, para muchos la solución está en unir la fuerza civil en la calle hasta que caiga el gobierno, e incluso para algunos lo que necesitamos es que se levanten las fuerzas militares ya que son las únicas que  puede acabar con este mandato. En definitiva, sean o no válidas todas estas creencias, existen y son demasiados los que las creen fervientemente, por ende son realidades. Así es como cada quien vive su realidad y habla desde ella.   

Es importante y de hecho indispensable respetar la realidad de cada quien, pero eso no significa ignorarla, ni tampoco vivir para mejorarla, los extremos siempre son malos. Pero cuando nuestra realidad pasa a ser la menos común de las realidades, es inevitable involucrarse en la del resto.

Más allá de cualquier cosa,  cuando nuestra realidad es una casualidad o circunstancia, cuando nada la garantiza, cuando en el momento menos esperado la misma se puede invertir, y todo esto no depende de nosotros, ni nos deja el menor ámbito de control,  entonces es imposible hacerse de la vista gorda y procurar vivir en una burbuja, dando gracias al acostarnos porque culminó un día sin vivir ese cambio. Así es como la inseguridad no es nuestra realidad hasta que nos atracan, la falta de productos básicos no es nuestra realidad hasta que tenemos una boca diferente a la nuestra que alimentar, la escasez de  medicamentos no es nuestra realidad hasta que nos enfermamos, la inexistencia de oferta automotriz no es nuestra realidad hasta que chocamos y debemos sustituir, así podría enlistar infinitamente realidades inestables y circunstanciales.

Por todo lo expresado somos muchos los que, cobarde o valientemente, dependiendo del cristal con que se mire, tomamos la decisión de movernos a un lugar donde nuestra realidad, sea cual sea, dependa únicamente de nosotros y no vivamos la zozobra de saber si mañana será la misma o no. Para mí la vida es muy corta para luchar contra la corriente y el mundo es demasiado grande para vivir limitada en él. Que si mañana nos vamos todos de Venezuela ¿quién luchará por nuestro país? No lo sé, pero si mañana me intenta atracar en una calle cualquiera de Caracas ¿Quién luchará por mi vida?.

Esto no quiere decir que la decisión correcta sea salir del país, esto lo único que pretende es plantear mi realidad, desde mi punto de vista, en el que sí deseo que todos mis familiares, amigos y seres queridos tengan el valor de iniciar una vida nueva en un lugar que al menos les garantice sus derechos básicos. 
Cuando uno decide emigrar cambia unos problemas por otros, eso es absolutamente cierto, en todas partes vamos a tener problemas, pero tener el control de estos y que el avanzar dependa unidamente de mí, es lo que considero inmensamente valioso.

Amo demasiado mi país, como tierra, con todas sus bellezas, amo infinitamente la energía que se recarga en el cuerpo al ir rodando por la carretera de La Gran Sabana, amo profundamente la tranquilidad que se siente al tener mar a los 2 lados en Cayo El Agua en Los Roques, amo apasionadamente los atardeceres orientales que jamás son menos que inmensamente coloridos, amo ver la belleza de los picos nevados en Mérida, Amo un simple paseo matutino vía al trabajo con el imponente Ávila de frente. Amo tanto y aún me queda un sinfín de espacios por conocer. Pero no me sirven de nada tantos paisajes increíbles si no se pueden recorrer, disfrutar y vivir. Si no me alcanza el sueldo para hacer uno de estos paseos, si me da angustia agarrar carretera con mi carrito que ya está viejo, si me siento aterrada de atravesar solitarias vías en la ruta y poder ser víctima del hampa. Lamentablemente esa es mi realidad y por eso descubría que, aunque nuestra tierra es hermosa, el mundo entero lo es y en cualquier parte es posible encontrar hermosas sorpresas.

Decidí descubrir el mundo, sin dejar de estar agradecida con la vida por permitirme nacer en un lugar increíble, que me dio todo lo que soy y lo que tengo, que me preparó para tener fuerza y entereza para asumir nuevos retos, que me brindó el amor de una infinidad de seres maravillosos.

Hoy estoy luchando por mi futuro, aunque a muchos les suene egoísta,  pero sin dejar de desear a diario que el de mi país sea mejor cada día y logre avanzar, sobretodo porque eso hará que tanta gente que quiero pueda lograr lo que se merece. Hoy no sé si una victoria opositora el 6D hará un gran cambio o si realmente se requiere mucho más, personalmente creo que pasarán muchos años antes de volver a ver una Venezuela sana, como la recuerdo en mi infancia, más sin duda, como se diría en perfecto criollo es mejor “arrimar una más pal mingo”.


En definitiva yo espero con gran entusiasmo que pase los justo y necesario, para que en el futuro mi viaje a pasar la Navidad en familia no inicie con el temor de subir de Maiquetía y no esté asociado a la obligación de estar  presos en casa, limitados incluso hasta en la idea de darnos regalos y preparar una gran cena. Hoy mi sueño es rescatar algo de lo que anhelo con melancolía de esos “viejos tiempos” donde no era necesario tenerlo todo,  pero teníamos suficiente. Sé muy bien que el amor, el compartir y estar todos juntos nunca dejará de ser valioso, pero mirar rostros preocupados o tristes hace incómodo y difícil el momento. Yo hoy más que querer, necesito ver sonreír a mi familia de nuevo en Navidad y todos los días. Hoy más que nunca y más allá de cualquier frontera, no siento que se trate simplemente de querer, sino de que me urge un cambio, aún desde la distancia. 

YEI

1 comentario:

  1. Pues si ... El país necesita un cambio, pero más que el país en si, son los propios venezolanos, el cambio debe comenzar en cada uno de nosotros y ciertamente "todos y cada uno vive su propia realidad personal y muy particular". Anhelamos volver a ser lo que éramos, a volver a tener el país que teníamos y compartir con nuestros seres queridos de la mejor manera y no hacerlo a la distancia.

    ResponderEliminar