Sé muy bien que para varios tengo “poca moral” para tocar el
tema, sin embargo considero que el haber nacido en mi tierra me da el derecho
de hablar y opinar de ella aunque no esté viviéndola en este momento. Tengo
todo el remordimiento de conciencia, si la expresión cabe, que conlleva el
hecho de emigrar.
Acepto todas las
críticas, quejas y juicios asociados al hecho de que no voy a Venezuela a
votar, pero sí a pasar la Navidad con mi familia. Estoy de acuerdo con que no soy consciente de
la realidad que se vive en mi país porque unos meses lejos de ella son
suficientes para perder las proporciones.
Entiendo a todo el que comenta de forma irónica mis fotos de
“la gran vida” que me doy fuera de mi país natal. Me resulta muy lógico que
todos crean o sientan que soy rica ahora que “gano en dólares”.
Todo es perfectamente entendible porque estuve en esa silla
en algún momento y lo sentí. Porque mí realidad es otra y cada quien omite
opiniones desde la suya propia.
No voy a perder el tiempo justificando o explicando nada,
porque no soy quien para cambiar la opinión de otros y personalmente tengo mi
conciencia limpia de haber hecho y seguir haciendo lo que considero correcto.
Hoy en día para unos es un hecho que la escasez es culpa del
acaparamiento y la guerra económica; para otros Leopoldo debe ser liberado pues
es él quien salvará nuestra patria, para muchos la solución está en unir la
fuerza civil en la calle hasta que caiga el gobierno, e incluso para algunos lo
que necesitamos es que se levanten las fuerzas militares ya que son las únicas
que puede acabar con este mandato. En
definitiva, sean o no válidas todas estas creencias, existen y son demasiados
los que las creen fervientemente, por ende son realidades. Así es como cada
quien vive su realidad y habla desde ella.
Es importante y de hecho indispensable respetar la realidad
de cada quien, pero eso no significa ignorarla, ni tampoco vivir para
mejorarla, los extremos siempre son malos. Pero cuando nuestra realidad pasa a
ser la menos común de las realidades, es inevitable involucrarse en la del
resto.
Más allá de cualquier cosa, cuando nuestra realidad es una casualidad o
circunstancia, cuando nada la garantiza, cuando en el momento menos esperado la
misma se puede invertir, y todo esto no depende de nosotros, ni nos deja el
menor ámbito de control, entonces es
imposible hacerse de la vista gorda y procurar vivir en una burbuja, dando
gracias al acostarnos porque culminó un día sin vivir ese cambio. Así es como
la inseguridad no es nuestra realidad hasta que nos atracan, la falta de
productos básicos no es nuestra realidad hasta que tenemos una boca diferente a
la nuestra que alimentar, la escasez de
medicamentos no es nuestra realidad hasta que nos enfermamos, la
inexistencia de oferta automotriz no es nuestra realidad hasta que chocamos y
debemos sustituir, así podría enlistar infinitamente realidades inestables y
circunstanciales.
Por todo lo expresado
somos muchos los que, cobarde o valientemente, dependiendo del cristal con que
se mire, tomamos la decisión de movernos a un lugar donde nuestra realidad, sea
cual sea, dependa únicamente de nosotros y no vivamos la zozobra de saber si mañana
será la misma o no. Para mí la vida es muy corta para luchar contra la
corriente y el mundo es demasiado grande para vivir limitada en él. Que si
mañana nos vamos todos de Venezuela ¿quién luchará por nuestro país? No lo sé,
pero si mañana me intenta atracar en una calle cualquiera de Caracas ¿Quién
luchará por mi vida?.
Esto no quiere decir que la decisión correcta sea salir del
país, esto lo único que pretende es plantear mi realidad, desde mi punto de
vista, en el que sí deseo que todos mis familiares, amigos y seres queridos
tengan el valor de iniciar una vida nueva en un lugar que al menos les garantice
sus derechos básicos.
Cuando uno decide emigrar cambia unos problemas por
otros, eso es absolutamente cierto, en todas partes vamos a tener problemas,
pero tener el control de estos y que el avanzar dependa unidamente de mí, es lo
que considero inmensamente valioso.
Amo demasiado mi país, como tierra, con todas sus bellezas,
amo infinitamente la energía que se recarga en el cuerpo al ir rodando por la
carretera de La Gran Sabana, amo profundamente la tranquilidad que se siente al
tener mar a los 2 lados en Cayo El Agua en Los Roques, amo apasionadamente los
atardeceres orientales que jamás son menos que inmensamente coloridos, amo ver
la belleza de los picos nevados en Mérida, Amo un simple paseo matutino vía al
trabajo con el imponente Ávila de frente. Amo tanto y aún me queda un sinfín de
espacios por conocer. Pero no me sirven de nada tantos paisajes increíbles si no
se pueden recorrer, disfrutar y vivir. Si no me alcanza el sueldo para hacer
uno de estos paseos, si me da angustia agarrar carretera con mi carrito que ya
está viejo, si me siento aterrada de atravesar solitarias vías en la ruta y
poder ser víctima del hampa. Lamentablemente esa es mi realidad y por eso
descubría que, aunque nuestra tierra es hermosa, el mundo entero lo es y en
cualquier parte es posible encontrar hermosas sorpresas.
Decidí descubrir el
mundo, sin dejar de estar agradecida con la vida por permitirme nacer en un
lugar increíble, que me dio todo lo que soy y lo que tengo, que me preparó para
tener fuerza y entereza para asumir nuevos retos, que me brindó el amor de una
infinidad de seres maravillosos.
Hoy estoy luchando por mi futuro, aunque a muchos les suene
egoísta, pero sin dejar de desear a
diario que el de mi país sea mejor cada día y logre avanzar, sobretodo porque
eso hará que tanta gente que quiero pueda lograr lo que se merece. Hoy no sé si
una victoria opositora el 6D hará un gran cambio o si realmente se requiere
mucho más, personalmente creo que pasarán muchos años antes de volver a ver una
Venezuela sana, como la recuerdo en mi infancia, más sin duda, como se diría en
perfecto criollo es mejor “arrimar una más pal mingo”.
En definitiva yo espero
con gran entusiasmo que pase los justo y necesario, para que en el futuro mi
viaje a pasar la Navidad en familia no inicie con el temor de subir de
Maiquetía y no esté asociado a la
obligación de estar presos en casa,
limitados incluso hasta en la idea de darnos regalos y preparar una gran cena. Hoy
mi sueño es rescatar algo de lo que anhelo con melancolía de esos “viejos
tiempos” donde no era necesario tenerlo todo,
pero teníamos suficiente. Sé muy bien que el amor, el compartir y estar todos juntos nunca dejará de ser valioso, pero mirar rostros preocupados o tristes hace
incómodo y difícil el momento. Yo hoy más que querer, necesito ver sonreír a mi familia
de nuevo en Navidad y todos los días. Hoy más que nunca y más allá de cualquier frontera, no siento que se trate simplemente de querer, sino de que me urge un cambio, aún desde la distancia.
YEI
Pues si ... El país necesita un cambio, pero más que el país en si, son los propios venezolanos, el cambio debe comenzar en cada uno de nosotros y ciertamente "todos y cada uno vive su propia realidad personal y muy particular". Anhelamos volver a ser lo que éramos, a volver a tener el país que teníamos y compartir con nuestros seres queridos de la mejor manera y no hacerlo a la distancia.
ResponderEliminar